La ciudad de Antequera, a raíz de la caída del reino granadino, en el año
1492, dio un salto cuantitativo y asimismo cualitativo en los sectores agropecuario
y urbanístico según vamos a analizar a continuación. En primer lugar
nos referiremos a la ganadería como ámbito más importante tras su conquista,
corriendo el año 1410, para tratar a renglón seguido de su agricultura, aspecto
éste que despegó con gran fuerza en los comienzos del siglo XVI. Fruto de
ambos sectores vino un notable desarrollo demográfico que incidió enormemente
en la expansión de la urbe, acontecimiento del que también nos haremos
eco más detenidamente
1
te, en una cantidad insignificante. Por ello, la guarnición militar antequerana
llegó a ser abastecida de grano por los reinos de Sevilla y Córdoba. Así pues,
la base territorial de Antequera se constituye en zona fronteriza –militar y
ganadera-, porque, entre otras cosas, la tierra de su entorno era muy propicia
para el desarrollo de la actividad pecuaria, con enormes parajes destinados a
pastos naturales, agua en abundancia, grandes extensiones de monte alto y
bajo, dehesas, baldíos, prados, rodeos, abrevaderos, ejidos, veredas y cañadas,
como aparece reflejado todo ello en el Libro de Repartimientos1
.
Sobre Antequera, para ser garantizada como villa castellana en la frontera,
no tuvo más remedio la Corona que privilegiarla de manera amplia desde
el momento en que es conquistada2
. De ahí que no sorprenda el hecho de que
hay que esperar hasta el año 1449 a fin de que se la exima de pagar el servicio
y montazgo y otros derechos de paso en circunstancias extremas “por guerra,
bullicios e prendas con los granadinos”3
. Al mencionar por vez primera la
exención de la renta mixta del servicio y montazgo en la fecha indicada, ¿quería
decir esto que no se encontraba incluido este impuesto en los privilegios
amplísimos conferidos en el año 1411 y confirmados al año siguiente, suponiendo
ahora una ampliación? A cerca de ello creemos firmemente que al no
estar registrada dicha renta mixta como exención en el texto de los privilegios,
y ahora citado en el Libro de lo Salvado fue debido a que no hacía falta, ya
que se sobreentendía tácitamente hallarse entre aquellos “pechos, derechos
y tributos” que no estaba obligada a tributar. ¿Por qué lo consideramos así?
Resulta fácil explicarlo. El marco espacial del entorno antequerano era tan
enorme y al mismo tiempo tan rico en tierra de pasto como para que no fuese
necesario herbajar a otros términos un ganado que no debió ser muy cuantioso
en relación a una plaza militar poco habitada y fronteriza. Sí aparece expresa,
según mencionamos, la exención en el Libro de lo Salvado del año 1449; la
razón obedecía a que la frontera sufrió un serio quebranto, y a Antequera, al
verse comprometida en esas circunstancias problemáticas, no le quedó más
remedio que partir con su ganado a tierras cristianas mejor protegidas de las
aceifas granadinas.
Una vez que se supera el trauma de la guerra de Granada, con la caída de
la capital del reino nazarí, Antequera siguió siendo tierra de promisión para
la ganadería, dándose el caso de que ganaderos de otras comarcas acudían a
avecindarse, incluso de manera fraudulenta para obtener los mismos derechos
1. ALIJO HIDALGO, F.: Antequera y su tierra 1410-1510. Libro de Repartimientos, Málaga
1983.
2. ALIJO HIDALGO, F.: “Mercedes y privilegios a una plaza fronteriza del siglo XV:
Antequera”, Actas I coloquio Historia de Andalucía, Córdoba 1979.
3. Ib
Por las mismas fechas siguieron las mediciones y repartos de tierras de
monte para rozar por parte de la ciudad, de tal manera que se dieron veintiuna
suertes, representando éstas un total de 1710 fanegas. Aquellos que fueron
beneficiados pertenecían casi en su totalidad al nivel socio-económico alto de
la ciudad. Se trataba de las gentes que disponían, en definitiva, de recursos
para transformar en tierras de cereal lo que era monte bravo y cerrado. En la
nómina de estos personajes se encuentran Juan de Eslava, Ruiz Díaz de Rojas,
Alonso de Zayas, Gonzalo Chacón, Leonis y Pedro de Narváez, o Alonso
de Portillo, entre otros, que recibieron cada uno 100 fanegas. El menos agraciado
fue el caballero Martín López de Estepa con 30 fanegas. Asimismo, los
lugares más representativos donde estaban situados los repartos fueron: Ojos
de Güecar, con un reparto de 600 fanegas; en Herrera, 250; en el Vado de las
Carretas, 290; en Laguna Salada, 210, etc; hasta alcanzar el monto de las 1710
fanegas antes mencionadas21.
Todas estas donaciones de tierras para roturar se realizaron bajo las condiciones
que el bachiller Alonso Serrano estableció, siendo las siguientes: a)
que el agraciado en el reparto no defienda la leña que allí hubiera hasta el momento
que esté preparada la tierra para sembrar; b) se le dan tres años para esa
transformación, esto es la roturación, y en caso de no realizarse en ese periodo
se le confisca el terreno para ser entregado a otro; c) está prohibido vender esa
donación en ese tiempo; d) en ningún momento los roturadores deben proteger
esa tierra respecto a los vecinos de la comunidad antequerana de la cosecha de
turma, espárragos, cardos, alcachofas, hierbas silvestres y también animales
de caza; y e) de igual modo eran comunes las aguas así como el pasto después
de “alçados los panes e hoçados los rastrojos”, como sucedía en todas las
otras tierras de labor22.